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LA ENSEÑANZA DE LA ARQUITECTURA Fuera de la realidad: vivienda

  • Foto del escritor: Cristhian Allaico
    Cristhian Allaico
  • 20 ene
  • 6 Min. de lectura

Por: Arq. Cristhian Allaico Mgtr

AGA

Allaico Grupo Arquitectura


TIEMPO COMPLEJO

La opinión pública que ha motivó la emergencia sanitaria, muchas veces cargada de voces inconformes y escépticas, develó una realidad que ni en las más sombrías distopías habíamos imaginado, esta especie de fenómeno onírico en el cual habitamos cómodos e indiferentes parece ver el amanecer después de una larga espera. Se han dicho una ingente cantidad de cosas, de toda índole, que para bien o para mal, ahora reposan en el firmamento de la opinión. Claro está todavía la nimiedad y repercusión práctica aún de los discursos más pertinentes, sin embargo, su importancia radica en la estimulación de la mente que por medio del juicio ha provocado una revolución del pensamiento, aquel germen innato a la naturaleza humana empieza a brotar nuevamente, a desprenderse de sus tegumentos.


A propósito del pensamiento, cabe señalar su libertad, su poder crítico para entender el mundo, no solamente midiendo las consecuencias sino desentrañando las causas, valorando la realidad desde diversas perspectivas. Poco a poco esta revolución va superando los límites literarios hoy dominados por la era digital, poco a poco empieza a ejercer un poder de cambio real, los hilos del pensamiento mecánico son cada vez más frágiles, el siglo XXI empieza a existir y a construir una identidad coetánea.  Mi optimismo, aunque necesario, no es ingenuo, es evidente la barrera que nos impide avanzar, una barrera producto de una frívola educación sostenida por una política falsa, inepta y perdida que no ha tomado la seriedad del caso.


La crisis que nos golpea nos ha envestido sin piedad, ha cortado la linealidad de nuestras vidas provocando grandes heridas económicas, sanitarias y sociales en general. Sin menoscabar la coyuntura actual, cabe señalar la presencia de una crisis que nos ha invadido desde hacía mucho tiempo, y es la crisis de la enseñanza de la arquitectura, cuyos efectos suman a la problemática presente. La academia, en específico las escuelas de arquitectura se sustentan sobre un imaginario ideal, cuando la realidad del territorio es completamente diferente, a esto se suma su falta de inercia para alcanzar y acoplarse a la velocidad con la que hoy se mueve la sociedad. La enseñanza desde la experiencia y la historia no tiene objeción, lo preocupante es la generalización metódica, fuera de contexto y desconocimiento de la realidad, es síntesis una enseñanza sobre imaginarios.


SIN ARMAS

Mientras participaba de charla online de un colectivo de arquitectura de Ecuador, sugerí la pregunta: ¿Qué recomiendan a los jóvenes arquitectos, que además de sumar presión al mundo laboral, nos enfrentamos a un contexto totalmente anormal y crítico?, esa pregunta atormenta mi cabeza desde hace días, y estoy seguro que la de muchos. La respuesta fue algo así: “sabes, es incierto, no sabemos con claridad lo que va a pasar mañana. Pese a la lluvia de reflexiones e ideas para cambiar los modelos habituales que nos han conducido a esta circunstancia, creo que no estamos preparados la mayoría de los arquitectos para asumir esta realidad. Nosotros hemos aprendido sobre la marcha, hemos fallado varias veces, pero ahora hay margen mínimo para el error, por lo tanto, los nuevos profesionales tienen que ser más listos, sin embargo, no veo una preparación adecuada, no tienen las armas suficientes para afrontar con seriedad esta crisis. Recomiendo dos cosas: aprender de la realidad, de los problemas reales, asumirlos con responsabilidad y conciencia social; y por otro lado buscar oportunidades, no esperar milagros que posiblemente no llegarán. Por ahora, es todavía muy aventurado planear, sólo queda reflexionar, la arquitectura no está para heroísmos”.


OBSOLENCIA

La respuesta que recibí, aunque deseaba más optimismo, era lo que me temía. Pero ahora mucho más sosegado me pregunto ¿Por qué no estamos preparados, y las armas? La respuesta hace tiempo ya había surgido, no sólo en mí, sino en varios amigos de la carrera que de vez en cuando ejercitamos el pensamiento crítico: la enseñanza de la arquitectura. Desde el primer día en la escuela, como una avalancha caen sobre nosotros una serie de palabras y expresiones “arquitectónicas” que terminamos aceptando sin siquiera entender bien, palabras que luego bastan para definir los proyectos (lo que los profesores califican). Desde el primer día los profesores no se definen por sus ideas sino por su gustos y preferencias, a las cuales hay que adherirse si se quiere avanzar, y así es fácil, no hay que pensar tanto, basta conocer la superficie. La imagen del arquitecto rockstar parece poseer a la mayoría de docentes, a los cuales hay que admirar con devoción, caso contrario caerá sobre nosotros las consecuencias. Una guerra de egos les impide abrazar el pensamiento del otro, por tal caminamos sin rumbo, un día es esto y al otro lo contario.   

Es irónico que por ejemplo durante siete semestres se impartan clases de “teoría e historia” y que se hable sobradamente de belleza, proporción, etc., y  recién en último año (suerte de unos cuantos) se descifre los secretos del arte y la estética desde la filosofía; que en un examen de historia basta asociar la fisonomía de un edificio a su creador e incluso la fecha de su concepción; que llamándose la cátedra “teoría e historia”, la crónica suprima la crítica, no se juzgan las causas, los principios y fundamentos de las cosas (estilos, épocas, contexto, etc.) es suficiente memorizar; que en todas las clases se exige la sostenibilidad e inclusión como bandera de nuestra era, pero sin entender la naturaleza de nuestro planeta ; que dar gusto casi siempre es mejor que proponer; que la brecha entre lo dicho y el hecho sean abismales; que se premie la superficialidad y no las ideas; que cada cátedra funciona dentro de su propios límites, pocas veces hay una interrelación horizontal; que se ha reducido la enseñanza de la arquitectura a ordenar en temimos espaciales dejando de lado la compleja realidad que nos rodea,  etc.

A propósito de la crisis actual, donde obligadamente nos hemos refugiado en nuestras viviendas, precisa una reflexión sobre este tema desde la enseñanza de la arquitectura. A lo largo de mi formación académica he tenido cuatro acercamientos con la vivienda, cada una desarrollada en dos meses aproximadamente; la primera fue la vivienda de interés público, en la cual sobre un escenario ficticio el ejercicio básicamente comprendió en resolver la funcionalidad del proyecto; la segunda fue la vivienda aislada, en la cual el objetivo fue acumular actividades y hacer que se vea “bien”; siguió la vivienda de interés social, que también sobre un escenario ficticio el “reto” consistió en ajustar un programa en la menor cantidad de metros cuadrados y el coste del proyecto; finalmente estuvo la vivienda colectiva en altura, en la cual partiendo de la búsqueda de una escenario real, por primera vez el análisis y diagnóstico superó el medio físico y  construido hacia un análisis multicriterial sumando un contexto social y económico e incluso los modos de habitar, empero el objetivo final fue desarrollar un proyecto casi ilusorio.

De casi la veintena de proyectos arquitecticos y/o urbanos desarrollados a lo largo de mi estancia por la escuela de arquitectura, es cuestionable que apenas el veinte por ciento sean los relacionados a la vivienda, la cual representa la mayor demanda en el país. Por otro lado, la exigua profundización en cada proyecto referente a la vivienda como un problema social real, y la casi inexistente investigación de aspectos fundamentes en el tema como los marcos normativos, marcos legales, políticas de financiamientos, gestión, evolución de los modos de vida, etc., hacen que hoy las consecuencias sean más visibles, sumando presión a la coyuntura actual. en la cual nos encontramos varados en la incertidumbre. Ahora caben las preguntas: ¿Cuántos museos, mercados, hospitales, escuelas (ejercicios habituales en la academia) se construyen de verdad, y qué porcentaje de profesionales arquitectos participa en estos proyectos considerado que la mayoría son financiados por el sector privado?, ¿Qué pasa con la escuela en los proyectos de vivienda y su poco interés y profundización?, ¿Cuánta energía destinados a este tema?, y lo más importante ¿Qué problemas reales estamos resolviendo, qué estamos aportando de verdad?.


Y AHORA?

La Hasta aquí parece que la crisis de la enseñanza de la arquitectura recae sobre sistema de enseñanza de las escuelas de arquitectura y en específico de la docencia, pero esto es una apreciación errónea, limitándonos al área educacional, también es culpa nuestra, del conformismo y poco interés, y, por otro lado, de la Universidad y su insuficiente apuesta por el trabajo con la sociedad e investigación. Desde mi punto de vista es necesario en primer lugar un “cambio de chip”, debemos cultivar una nueva cultura consciente y de respeto a la vida. Luego en las escuelas de arquitectura un replanteo de los planes de estudio y la actualización hacia nuestra realidad, es decir problemas reales en contextos reales.  Hay que comprender que la realidad no es estática, hay épocas donde se demanda mas o menos o se priorizan unos u otros problemas, de ahí la paciencia de la universidad, su capacidad de adaptación y acompañamiento continuo. Para los nuevos profesionales, mirar al pasado y tomarnos la profesión con seriedad desde ahora (fuera egos), generar una cultura de cooperación mas no de competencia, entender que la arquitectura ante todo es una práctica social que busca mejorar la calidad de vida (vida no sólo de las personas sino del ecosistema en general), y por supuesto la apuesta por la vivienda como un derecho fundamental y prioritario, es momento de unir fuerzas y creer en el cambio, unas vez convencidos actuar con sensibilidad y responsabilidad.



“La arquitectura es optimismo e ilusión, es sufrimiento y esfuerzo, pero no basta desearlo, Los soñadores no me interesan, me interesan lo real, las que toman problemas reales dan una solución real.”


 
 
 

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